Una envolvente volumétrica derivada de la aplicación normativa del planeamiento aprobado, la utilización de una doble “piel” que, desde la fachada, controla el aprovechamiento energético del edificio y una trabajada relación con su espacio público, caracterizan este brillante ejercicio arquitectónico.
Tres entradas situadas en diferentes cotas de planta baja, permiten generar un espacio de accesibilidad natural desde las diferentes cotas de las calles que dan embocadura a la plaza del Pueblo Gallego.
Mediante este mecanismo y a partir de la transparencia de la fachada se amplía la dimensión social en un entorno anteriormente degradado, en el que la vida y las ofertas culturales del edificio colonizan y expanden su presencia a través del espacio público a la vez que las actividades ciudadanas que se desarrollan en él se incorporan al edificio.
La naturaleza busca su sitio en un paisaje con una topografía que genera sus propios equipamientos de mobiliario urbano pasando de plano horizontal a envolvente junto con una cubierta vegetal de glicinias que soporta también la iluminación y campos de gramíneas que fragmentan el pavimento y, como recogiendo algunos vestigios de la historia del lugar, las piedras de los cierres y ruinas que ocupaban el solar se incorporan en los solados de hormigón.
El edificio plantea una organización capaz de continuas transformaciones en su uso, que puedan satisfacer diversas actividades con distintos requerimientos y sus cambios a lo largo del tiempo, mientras que un sistema de circulaciones externas se desarrolla entre las dos capas de fachada, como tronco de árbol, autónomo de las organizaciones particulares del espacio que envuelve y climatiza, permite el funcionamiento autónomo de las partes del edificio y la anexión entre ellas.
La unión del planteamiento de sostenibilidad energética-climática con el funcional, mediante la circulación primaria e independiente tanto de personas como del flujo de aire, a través del espacio variable entre las dos capas del cerramiento del edificio permite fraccionar el edificio interiormente, y abrir el mismo a una cámara que matiza la relación de los espacios interiores con el exterior. En este sobre se produce la generación de energía en invierno, y la diferencia de temperaturas hace en verano que las corrientes de aire desde la cámara al norte junto con los huecos en cubierta ventilen el edificio de modo autónomo.
El edificio recoge toda una trayectoria de investigación empírica que los autores han desarrollado en otros proyectos, trabajando con los nuevos materiales que la industria ofrece, minimizando y estandarizando el esfuerzo constructivo, mientras que se explora un contexto todavía artesanal. Todo ello desde un sitio, un clima, una tecnología disponible y unas posibilidades constructivas-económicas específicas.
Vía: www.ondiseno.com
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