Hoy en día resulta complicado encontrar hoteles con personalidad. Los estándares estéticos han devorado lo único y diferente en pos de agradar al mayor número de personas posible, aunque sin sorprender a ninguna de ellas. Algo que sí consigue el Château Tertres, en el Valle del Loira.
El hotel es una pequeña mansión o “castillo” típico de la campiña francesa, con ese neoclasicismo tan elegante. Situado en lo alto de una colina rodeada de árboles, ofrece una posición privilegiada para disfrutar del paisaje a la vez que resguarda del ruido, permitiendo al huésped relajarse mientras escucha el viento meciendo las hojas, el piar de los pájaros y algún que otro chaparrón esporádico golpeteando los cristales de la ventana.
Una vez en las habitaciones, sorprende que algunas de ellas estén decoradas de una forma más atrevida, aunque manteniendo una línea con mucho en común, lo que hace del Chateau Tertres un lugar que conjuga con gusto historia, tranquilidad y diseño.
Aunque en la decoración de la entrada, los salones y otros espacios comunes el estilo es bastante clásico, en algunas habitaciones hay un giro más actual, sin perder el espíritu del conjunto. Los muebles escogidos, los colores, e incluso la distribución, nos hacen percibir un espacio moderno aunque muchas piezas sean más bien clásicas, que es lo que une a las habitaciones entre sí y con el resto de espacios del hotel.
La elegancia y serenidad que transmiten sus estancias, le dan un aire acogedor, lleno de detalles que lo enriquecen visualmente. Todo está muy cuidado y combinado con esmero: el papel pintado a rayas, el color de los muebles lacados en gris, el blanco de la cama, el precioso chaise longue y cómo no, las sillas Louis Ghost, que ayudan a potenciar ese aire de modernidad clásica.
Aunque el baño quizás desluce un poco comparado con la habitación, pues está decorado con demasiada austeridad, tiene algunos pequeños toques decorativos que resultan interesantes. En la imagen se pueden ver los colgadores para la ropa y las toallas, que son rostros tallados saliendo de la pared. Al principio asustan un poco, pero enseguida te das cuenta que le dan al baño la pequeña particularidad que necesitaba.
Además de estas pequeñas figuras, en la zona del inodoro hay unas esculturas colgantes que también ayudaban a enfatizar lo que transmite la habitación: un lugar cariñoso y delicado, que te hace sentir como en casa y lamentar pasar solo una noche en el Château Tertres, donde las habitaciones son una cuidada mezcla entre historia, tranquilidad y diseño.
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